XXVII

XXVII

20 de abril de 2015

1625 caractéres (con espacios)



"Después de mucho tiempo, me di cuenta de lo que más me gustaba de ella era su mirada. Cada día lograba sorprenderme con algo nuevo, pero sobre todas las cosas, su mirada, cuando se posaba fijamente en mí, era lo que más loco me volvía. Sus ojos grandes y redondeados, marrones verdosos, mirándome… En ese momento, ni quería, ni necesitaba nada más.
Me puse a fantasear que llamaba a mi puerta. Como un resorte salía, corriendo de mi cama y al abrir la puerta, allí estaba ella, con su mirada. Aquella tarde, en mi imaginación, íbamos al parque y tomábamos una cerveza paseando de la mano. Luego, nos besábamos sobre la hierba húmeda. Volvía a sorprenderme con algo, y yo, aunque lo consideraba imposible, conseguía enamorarme aún más de su mirada. Pero, sin quererlo, volví súbitamente a la realidad. Seguía sobre mi cama, y el timbre no sonaba. Al ponerme en pie y observar mi reflejo sobre el espejo, fue mi mirada lo que encontré, no la suya, que es la que buscaba y necesitaba desesperadamente. De nuevo, caí violentamente sobre el viejo colchón, mientras desee con todas mis fuerzas que el maldito timbre sonara de una vez. Sé que no lo haría. Hoy no la vería, tampoco mañana, ni pasado.
Pero si había algo que sabía es que cuando, algún día y en algún lado, la viera de nuevo, si el destino era compasivo conmigo y me lo permitía, lloraría de emoción al tenerla ante mí. Como cada día, me sorprendería con algo nuevo. Aunque yo siempre me quedaría, por encima de todo, con aquella mirada penetrante, aunque tierna. Seria, pero cariñosa a la vez. Sin duda, era lo que más me gustaba de ella. ¿O quizás fuera su sonrisa?"

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